Collage: @Huellasonoras
"Sólo puedo meditar cuando estoy
caminando. Cuando
me detengo, cesa el pensamiento; mi
mente sólo funciona con mis piernas“.
Rousseau
El Flâneur es la figura más representativa del acto de caminar. Un caminante urbano del siglo XIX: hombre europeo blanco contemplador/observador, “paseante”, “callejero”, que incluso camina como un acto estético.
Si escribes Flâneur en Google de inmediato aparecen las imágenes de hombres elegantes con sombrero alto. Estos caminantes parisinos eran seres que encontraban en el acto de caminar el único remedio para el pensamiento. Tal vez uno de los personajes más conocidos sea el poeta francés Charles Baudelaire que se convirtió en icono cultural de este singular movimiento casi artístico y fue el motor de múltiples reflexiones en torno al caminar del filósofo alemán Walter Benjamin.
Litografía de Paul Gavarni: "Le flâneur", publicada en Les Français peints par eux-mêmes (1842)
Para Benjamin, el vagabundeo de la flânerie aparece como “remedio infalible contra el aburrimiento” porque el flâneur sale en busca de impresiones.
En esto del caminar se cuelan los románticos ingleses, William Wordsworth compuso versos mientras caminaba, creando un vínculo entre el deambular, el interrogar(se) y la poesía. Para él, caminar era el preludio de la creación poética y consideró que los caminantes eran poetas silenciosos.
La excursión.
Cuando medito a solas en el hombre,
en la naturaleza, en esta vida,
veo alzarse ante mí series de imágenes
que acompaña un resquicio de delicia
pura, sin mezcla de tristeza.
Y yo me pregunto ¿las mujeres acaso no caminamos? ¿Dónde estaban las caminantes del siglo XIX?
Para mí caminar es una de las cosas que más me entusiasman en la vida. Es mi antídoto ante un mal día, es el refugio que me da un chute de energía y me aclara las ideas. Además me encanta hablar por teléfono o mandar audios mientras camino. Mi interlocutor no lo sabe o no sé si lo aprecia, pero le estoy ofreciendo un pequeño paisaje sonoro de mi mundo. Después de un día festivo, cumpleaños, Navidad o Año Nuevo pese a que haya dormido poco o nada, a mis piernas lo único que se les ocurre es saltar de la cama y salir a caminar. Me encanta ver, escuchar la ciudad mientras duerme y ser de los pocos habitantes que disfruta de esa quietud momentánea, tal vez porque encuentro una especie de paz y siento que la ciudad es solo mía y de nadie más.
Volviendo a la pregunta inicial ¿Dónde estaban las mujeres caminantes del siglo XIX? Se decía que una mujer que andaba por la calle no podía ser otra cosa que una mala mujer, una sinvergüenza, una exhibicionista, una prostituta… porque claro las mujeres caminamos para “ser vistas”. Ese pensamiento lo sintetiza un refrán alemán medieval:
“peregrina
salió, puta volvió”.
Eso llevó a que las Flâneuses del siglo XIX se vistieran de hombres para pasar desapercibidas y caminar. A manera de ejemplos están madame Marbouty o la novelista y periodista francesa George Sand (1804-1876) sobre esa experiencia escribió:
“Corría en cualquier tiempo, volvía a cualquier hora, iba al patio de todos los teatros. Nadie me miraba, no dudaban de mi disfraz. Aparte que yo lo llevara cómodamente, la ausencia de coquetería de la vestimenta y del rostro ausentaban toda sospecha”.
flâneuse [flanne-euhze]
Nombre, del francés.
Forma femenina de flâneur, el que vaga; el que va sin rumbo, observando, por las ciudades.
Si volteamos la mirada hacia latinoamérica aparece la figura de la novelista, música y periodista argentina Eduarda Mansilla (1834- 1892) que en su libro Recuerdos de viaje (1882) escribe sus experiencias y visiones del mundo a partir de sus andares por Europa y Estados Unidos.
En ambos casos y en otros más, las mujeres que ejercían su derecho a caminar solas, son mujeres privilegiadas en lo económico y muy cercanas al mundo de las artes.
Ahora me voy enterando que en los 60’s unos señoros fundaron la International Society of Girl Watchers (Asociación Internacional de Observadores de Chicas). El ideólogo de esto fue un tal Joe Beagin, publicó un manual y una revista en el que daba instrucciones y trucos para observar a la muchachada.
De ese tiempo a acá las cosas no es que hayan cambiado mucho. Este video “10 horas caminando en Nueva York como mujer” ejemplifica lo que nos pasa a nosotras, las mujeres, las caminantes.
En su momento la ONG Hollaback (ahora se llama Right to be) llevó a cabo en el 2014 este experimento sociológico. La mujer que sale en el video viste ropa discreta, camiseta negra y pantalones de mezclilla para evitar cualquier comentario que indujera a pensar a que ella, “andaba provocando”, —y sí, así piensan algunos y algunas—, pero aún así fue víctima del acoso.
Cualquier mujer puede contar historias terroríficas sobre lo que implica caminar sola, —lo sufrimos cada día en las calles—. En mi caso en un momento decidí que los audífonos aparte de ser el aparatejo que me permite escuchar podcast o música se convertirían en mi mejor aliado para “evitar’ el trago amargo de la escucha cuando te dicen “cosas” por la calle y es que los audífonos se han convertido en una especie de escudo, no puedo taparme los ojos, pero al menos no los escucho y al escribirlo me parece terrible que tenga que recurrir a esto, le ahorro a mi oídos los desagravios, aunque los gestos y las miradas se quedan.
La configuración del espacio público y algunos de sus habitantes —varones— hacen que muchas mujeres renuncien a caminar sobre todo por las noches, lo que anula el goce, la experiencia de caminar. A mí me gusta ser caminante nocturna, pero siempre estoy expectante, hay un especie de pepe grillo que me dice que tendría que estar en casa, idea que rechazo de inmediato, sin quererlo soy una especie de activista que reclama mi derecho a estar en la calle.
En cada salida busco cumplir mi derecho a poder abstraerme y reflexionar en las calles, sin la mirada atenta del hombre.
El acto de caminar también da para pensar que poco a poco los caminantes nos extinguiremos, porque “ya no hay caminantes, hay consumidores” como dice la escritora y crítica María Virginia Jaua. En esta vorágine de la productividad y el capitalismo, si salimos tiene que haber un propósito, comprar algo, ir al bar, a la tienda… ¿Por qué no salir a caminar simplemente por el placer de vagar, de perderse por las calles? ¡Recuperemos esa sensación física y emocional! ¿A ustedes, les gusta caminar?
Acá un collage sonoro de mis caminatas por Irlanda.
El pueblo pesquero de Howth Foto: @Malinche23 Collage: @Huellassonoras
En el audio se pueden escuchar mis caminatas en Howth, un pequeño pueblo pesquero a las afueras de Dublín, en el parque de Phoenix —el parque urbano más grande de Europa—y en las calles de la capital irlandesa.
No podía despedirme sin mencionar la poesía de Antonio Machado.
XXIX
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
Ya que estamos con el tema voy a recomendar un podcast. Acá Constellation Prize en los últimos episodios puedes escuchar las caminatas nocturnas que emprende Bianca Giaever aderezadas con charlas con temáticas existenciales. Que más le puedes pedir al universo. Chequen y escuchen.
Sé que por ahí hay un montón de literatura que habla sobre las mujeres y su caminar, pero no voy a recomendar ningún libro porque aún no he leído nada —o no recuerdo— y como la regla de esta nius es que cosa que se recomienda es cosa que ha sido leída, escuchada, vista, saboreada… Lo que sí, voy a recomendar este artículo Flâneuse: las mujeres aún tienen que conquistar las ciudades de la periodista Mar abad publicado en la revista Yorokobu. Mar reflexiona junto a otras mujeres sobre el urbanismo de la ciudades. Spolier: Las ciudades no están hechas para que nosotras caminemos cómodamente, hay una especie de urbanismo disuasorio.
Así que es tu turno. Recomiéndame alguna lectura.
Esta entrega fue auspiciada por Silvio Rodríguez y la Fábula de los tres hermanos.
Cualquier cosa, aquí andamos. Siéntete con la libertad de escribirme.
Me gusta que me leas, pero me gusta más y me hace más feliz que me hagas compañía con tus comentarios.
Gracias por leerme y por la escuchadera.
¡Nos vemos el próximo mes!
Y de colofón puedes seguirme en IG y en X
¡Adiós!
Gracias Luz. Buenísimas las recomendaciones, las buscaré.
Te recomiendo Wanderlust de Rebecca Solnit y Wild de Cheryl Strayed. Y, si no la conoces, échale ojeada a Egeria, una mujer de lo que hoy es Galicia o el Bierzo y que en el siglo IV se dio una vueltica que la llevó a Constantinopla, Jerusalén y Egipto. Y, después, escribió el libro de sus viajes.
Excelente carta, como siempre.